(Yo, algo más joven que ahora, mucho antes de descubrir el mundo lanero).
Uno de los últimos días del 2011, le dije a Ángela lo siguiente: quiero que me enseñes a tejer. Fue por teléfono, así que me perdí ver cómo le brillaban los ojos de la emoción. No es que el resto del tiempo no le brillen, pero en ese preciso instante seguro que fue un brillo especialmente notorio. Pasada la sorpresa, vino la inevitable pregunta: ¿por qué quieres aprender a tejer? Debí balbucear alguna respuesta más o menos convincente que no recuerdo.
No sé muy bien por qué quiero aprender, pero después de mucho meditarlo pensé que podía ser interesante, al menos, intentarlo. Seguro que tiene su encanto eso de llevar una prenda realizada por uno mismo. Además, posiblemente nunca tenga una mejor oportunidad: mi novia es una de las más demandadas profesoras de punto y ganchillo de Granada (y parte del extranjero). Por otra parte, hace meses que soy uno de los responsables de la tienda de lanas La Maison Bisoux, de modo que no es mala idea que aprenda qué hacer con los ovillos que vendemos. Después de realizar los marcadores (¿no os parecen entrañables?), por ejemplo, no estaría de más saber para qué sirven. En fin, es del todo lógico. ¿Acaso los políticos no saben de política? Bueno, está bien, quizá no haya elegido el mejor ejemplo.
Ha llegado el momento de empezar a entender las cuestiones técnicas de las que habla Ángela en sus artículos, por qué es mejor no acercarse mucho cuando descubre un nudo en la lana o un error que le obliga a deshacer parte del proyecto, y, sobre todo, por qué cuando le digo algo mientras está tejiendo, su respuesta favorita es: “...cuatro, cinco, seis, siete...”. Que sigamos juntos a pesar de eso no deja de sorprenderme.
Esta es la primera entrega de Diario de un tejedor, una nueva sección del blog en la que yo, periódicamente, me dirigiré a vosotros para contaros mis avances y mis retrocesos, mis descubrimientos y mis errores. Será también la sección en la que aparezcan las fotos de mis primeras creaciones, algunas de las cuales espero que sean mínimamente presentables. En definitiva, trataré de plasmar todo el proceso de aprendizaje de esa técnica de la que he vivido rodeado pero de la que lo ignoro casi todo.
Quiero poder llevar algo tejido por mí, quiero poder ir a una reunión de Alhambra Knits (por alguna extraña razón, siempre me ha gustado estar rodeado de mujeres) y, para qué negarlo, quiero que la próxima vez que Ángela me diga algo importante, pueda contestarle: “...siete, ocho, nueve, diez...”.
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