venerdì 24 febbraio 2012

Diario de un tejedor 8: dos semanas tejeriles


Sábado 11:

Me someto a un ritual que ya empieza a resultarme conocido: elegir la lana para mi siguiente proyecto, un gorro. Asesorado por Ángela, cómo no, selecciono dos tonalidades de Katia AndesGris Claro y Gris Oscuro. La aguja es KnitPro - Aguja circular intercambiable.


Domingo 12:

La web Facilisimo selecciona Diario de un tejedor 7 entre los artículos destacados de su Facebook. Eso catapulta las visitas en cuestión de horas, convirtiendo la séptima entrega en la más leída de la serie. Me entero también de que los blogs El cangrejo tejedor y Labores en red han hablado recientemente del diario. Así que pongo “diario de un tejedor” en Google ―mi ego quizá no sea muy glotón, pero también hay que alimentarlo― y descubro que ha sido mencionado en más de un blog y perfil de facebook. Asombroso: en siete años como crítico musical paso completamente desapercibido, y un mes de tejedor basta para deparar una alegría tras otra. Perdonen ustedes este momento de ‘ombliguismo’, ¿pero acaso no es esa la esencia de un diario?

Lunes 13:

Ángela me enseña a tejer en circular. No es tan complicado como pensaba, pero tengo que acostumbrarme a esta nueva técnica. Además, el complejo procedimiento vuelve a poner a prueba mi capacidad mental: dos puntos del derecho, dos puntos del revés, dos puntos del derecho, dos puntos del revés... Sí, sí, reíros, pero no es fácil, hay que estar concentradísimo.

Miércoles 15:

Le digo a Ángela: “se te acaba de caer un ovillo de Purewool”. Ella no responde, se queda paralizada. Segundos después noto sus ojos humedecidos por la emoción. Finalmente habla: “distingues las marcas de ovillos”. Creo ver una lagrimilla bajando por una de sus mejillas. Este es un día histórico en nuestra relación.

Sospecho que me infravalora: también sé distinguir el punto del ganchillo en cualquier objeto o prenda tejida que encuentre.

Viernes 17:

Acudo por cuarta vez a un encuentro de Alhambra Knits. Mientras se teje, allí se habla de todo. Cine, series, el mundo de la traducción (inevitable en vista de la cantidad de traductoras que acuden cada viernes), gastronomía, viajes... Lo que el resto de asistentes no sabe es que, mientras tanto, en mi mente están teniendo lugar pensamientos mucho más profundos e intelectuales: “derecho, derecho, revés, revés, derecho, derecho, revés..., un momento, ¿ahora toca del derecho o del revés?, eh..., ¡Ángelaaaaaaaaaaaaa!”

Domingo 19:

Por primera vez, veo una serie mientras tejo. No, no es que sea capaz de tejer sin mirar, pero como los encuadres no son precisamente maravillosos, no pasa nada si durante varios segundos me limito a escuchar mientras los personajes departen en sus respectivos asientos. La experiencia fue un éxito, Ángela sólo tuvo que deshacer una veintena de errores tras poco más de 40 minutos.

Miércoles 22:

Ángela lleva dos días de viaje. Se me ocurre seguir avanzando con el gorro, pero en cuanto cometo el primer error, cosa que ocurre en los primeros compases, ya no sé cómo enmendarlo y tengo que parar. No es que no lo supiera antes, pero me permite comprobar empíricamente no sólo lo obvio ―que me queda mucho por aprender―, sino también que soy excesivamente Ángela-dependiente en temas tejeriles. Tengo que aprender a valerme por mí mismo para ser un tejedor de provecho el día de mañana.

Viernes 24:

Ángela sigue ausente, y como mi vida tejedora no existe sin ella, creo que es el momento de concluir esta octava entrega del diario. En la próxima, fotos e historia de mi primer gorro.


domenica 12 febbraio 2012

Diario de un tejedor 7: mi primera bufanda


Ahí me tenéis, feliz con mi primera bufanda (y segundo proyecto tras el irregular pero ya célebre cuello). Me ha costado bastante más de lo que imaginaba, ha puesto a prueba mi paciencia y he tenido que dedicarle mucho tiempo cada día, pero el resultado merece la pena. Eso sí, lo justo es precisar desde el principio que el 99% del mérito es de Ángela. Suyo es el delicioso diseño, suyas fueron todas las indicaciones (yo me limité a seguir sus instrucciones) y suya es la corrección de los muchos errores que cometí durante la realización. Esencialmente, ella fue mi CTRL+Z, además del cerebro de la operación. Y sí, confieso que ella previó que la bufanda fuese considerablemente más larga, pero yo, agotado, le supliqué de rodillas que me dejase terminarla así. Total, desde el momento en el que ya da la vuelta a mi cuello y sobra un poco, ¿para qué prolongar mi calvario?

Realizar esta bufanda ha sido, más que un reto, una muy efectiva cura de humildad. Por lo visto, para mi cerebro es terriblemente complicado seguir esta simple instrucción: un punto del derecho, un punto de revés. Creo que no ha habido una sola vuelta en la que, en al menos un momento, haya tenido que pensar si tocaba del revés o del derecho. Eso cuando no me equivocaba directamente. A Clover pongo por testigo de que nunca más volveré a sobrevalorarme.


Además del punto del revés, que añade un pelín de complejidad al asunto, he aprendido a saltar puntos, a tener en cuenta si la hebra debe colocarse delante o detrás, a emplear dos colores... Eso es lo que ocurre cuando tu profesora es exigente contigo porque vives en la misma casa que ella y sabe cuánto tiempo le dedicas a tejer cada día. En fin, que no puedo dar el pego entre clase y clase. Quizá fue exigente porque pensaba que, al ser yo valenciano, se me daría bien el ‘punto de arroz’. ¿Para cuando una paella de punto de arroz?

Finalmente, y no por ello menos importante, tejer esta bufanda me ha hecho apreciar aún más las que antes tejieron para mí algunas de las mujeres de mi vida: mi abuela, mi madre, Ángela... Ahora que sé exactamente lo que cuestan aún estoy más agradecido por esas bufandas que protegieron mi garganta invierno tras invierno. Para mi abuela llega ya tarde, pero madre, Ángela, dejadme que os dé las gracias por escrito.

Esta vez no puedo mostraros puntos saltados porque no hubo. Cometí errores, muchos y de todo tipo, pero Ángela los fue solventando ―con admirable paciencia―, quizá conmovida por mis súplicas. En cambio, si la siguiente imagen se pudiera ampliar a tamaño real, veríais algunos pequeñitos agujeros que yo llamo ‘mini-agujeros de la capa de ozono’, resultado de alguna irregularidad en la tensión.



Datos técnicos: 
Abuelita Merino Worsted – American Rose.
Abuelita Merino Worsted – Silent Rain.
Clover Bambú – Takumi 23cm.

Constataciones (obvias):
Se teje mucho mejor con lana natural que con acrílico.
El punto del revés pone a prueba mi desarrollo motriz.
El sinfonismo malheriano no es muy compatible con tejer bufandas.

Música escuchada durante la realización de la bufanda: 
Colours Of Funk 2.
Sinfonías 1 a 9 de Gustav Mahler, más una de mis piezas favoritas, el Adagio de la inacabada décima sinfonía, todas dirigidas por Leonard Bernstein.
Baboon Moon, de Nils Petter Molvaer.