venerdì 30 novembre 2012

Diario de un tejedor 11: la corbata musical


Cuando comencé a tejer, realicé esos proyectos habituales en los principiantes: cuello, bufanda, gorro… Una vez que he cumplido con esos proyectos iniciáticos, lo que me divierte es elegir qué tejer o, mejor aún, imaginarlo. Sólo concibo el punto (y lo mismo vale para el ganchillo) como una forma de expresar la creatividad y, con suerte, de sacar una sonrisa al espectador. Así nació el bigote daliniano y, también, la cortaba musical que os presento hoy. Me divierte el contraste entre la seriedad y elegancia que se le pide a una corbata y la artesanía de la técnica con la que fue realizada. Pero no me extiendo más en este prólogo, os dejo con el ‘cómo se tejió’ y con una serie de imágenes que evidencian que posar y la fotogenia no están entre mis cualidades.

Antes de comenzar, lo mejor será confesar que tejer me entretiene bastante menos de lo que esperaba. Sí, me gusta ver el resultado terminado, pero el proceso repetitivo me aburre. Supongo que habrá a quien justamente eso le venga bien para relajarse, pero yo no lo necesito en vista de que mi temperamento es ya tranquilo. En otros proyectos, al tener que cambiar de color o tejer puntos del revés, me resultaba más ameno, aquí, al ser todo punto del derecho, sin misterio alguno, el tedio me vino a visitar pronto.


Pues bien, esta vez hice trampas. En lugar de tejer el proyecto que Ángela me dictaba, yo lo pensé y lo tejimos a cuatro manos. Un rato ella, otro rato yo. Pero claro, como Ángela es más rápida, tejí bastante menos de la mitad que me correspondía. Así que esta entrega debería titularse “Diario de dos tejedores”, “La maestra y su aprendiz” o, para ser más precisos, “Por favor, Ángela, te lo ruego, ayúdame con la corbata que se me está haciendo muy larga y ya me sale espuma por la boca”.

Pero no es necesario que hagáis un acto de fe, basta con observar atentamente la corbata para distinguir qué partes tejió cada uno. Las que están perfectas, ella; las que están repletas de huecos, que parecen agujeros negros, quien esto escribe. De hecho, los cosmólogos se han interesado por la corbata, pues los enormes agujeros resultantes crean ondas gravitacionales que podrían explicar el origen del universo.


¡Ah!, y si os preguntáis por qué está bordada una clave de Fa, y no una de Sol, la respuesta es muy sencilla: de ningún modo voy a desaprovechar la oportunidad de ser pedante. Es más, la idea inicial era una clave de Do, pero era un pelín complicada de bordar, y Ángela me convenció de que mi idea alternativa, bordar la partitura completa del concierto número 3 de Rachmaninov para piano y orquesta, no cabía de ninguna manera. Ella sabrá, que es la experta.

Por otra parte, sólo estoy siguiendo una tradición musical: Mahler nunca dirigía sin sus calzoncillos favoritos de punto; Schoenberg únicamente componía sobre los tapetes que le regalaba su tía-abuela de Viena; y entre la correspondencia de Haydn y Mozart figuran numerosos consejos sobre ganchillo.


Datos técnicos: 

Música escuchada durante la realización del proyecto:
Parker Street, de General Elektriks.
La Habana Era Una Fiesta. Orbit One, de Paul Zinnard.
  Swingaro, de Gypsy Y Los Gatos Rumberos.


domenica 22 aprile 2012

Diario de un tejedor 10: he decidido dejarme bigote



Harto de mi invariable aspecto de niño bueno, decido dejarme bigote. Y nada mejor que adoptar el modelo de bigote popularizado por uno de mis pintores favoritos, Salvador Felipe Jacinto Dalí i Domènech.

-Ángela, ¿cómo se hace un bigote tejido?
-Es muy sencillo.
-¿Conoces algún patrón?
-No me hace falta un patrón, no tiene ningún misterio, ¿cómo lo quieres?
-(Tras esbozar una sonrisa de ‘orgulloso de mi novia’, sea como sea esa sonrisa) ¿Qué cómo lo quiero? Pues un bigote de Dalí.
-¿De Dalí, estás seguro?
-¿Qué pasa, tan mal crees que me va a quedar? (Silencio), ¿eh, qué dices? (Ángela sigue sin responder durante unos segundos, pero me dedica una de sus inconfundibles miradas que significan “mejor no respondo”. Yo intento que no se me note, pero en el fondo ha herido mi orgullo)


Días después, tras dejar que Ángela elija lana y agujas, me explica cómo se hace. Primero debo tejer vueltas de tres puntos (i-cord). Yo, demostrando lo atrevida que es la ignorancia, pienso que entonces no voy a tardar nada, que está hecho. Minutos después me doy cuenta del error. Cuando voy a tejer el segundo punto, invariablemente se me sale de la aguja el primero. Si trato de sujetar el punto ya tejido, se me sale el que voy a tejer. En algunas ocasiones, pocas, consigo tejer dos puntos del tirón. Ya estoy sonriendo satisfecho de mi logro cuando veo como esos dos puntos y el tercero que acabo de tejer se salen todos juntos. En momentos como esos pienso que los puntos tienen vida propia, que son duendecillos traviesos que disfrutan riéndose de mí.

Sólo son tres puntos por vuelta, cinco en la parte más gruesa. Además, es todo punto del derecho. Lo que ocurre es que las agujas son las más finas que he empleado hasta entonces y me cuesta una barbaridad dominarlas. Así que dos son las conclusiones que he sacado de este proyecto: es mejor que no me deje bigote y debo evitar los proyectos que requieran de agujas pequeñas. Aún me queda mucho por aprender. Eso sí, la única diferencia entre un tejedor experto y yo es que yo no soy un tejedor experto.


Hubo momentos de desesperación, desaliento, desánimo, abatimiento... [sí, he consultado el diccionario de sinónimos], además de los habituales ruegos para que me ayudara con esos puntos rebeldes cuyo mayor divertimento es saltar de la aguja. Incluso dice Ángela que, en pleno delirio, le rogué que me clavara una aguja Clover en el corazón para acabar con el sufrimiento. Pero al final lo logré, terminé mi bigote y se lo entregué a Ángela, que le introdujo el alambre necesario para que mantenga la forma deseada. [Así tenemos divididas las tareas domésticas, ella pone alambres en los bigotes tejidos y yo cocino].

Una vez completado el proyecto, corrí como un niño pequeño al espejo a probármelo y a ensayar caras de alocado genio de Figueres. El matiz de Figueres es lo que peor se me da. Me gusta tanto llevarlo que hasta he pensado dejármelo puesto indefinidamente. El único problema es que si me presento con este aspecto en algún control fronterizo y muestro mi actual foto de DNI, es posible que no me dejen pasar. Ahora bien, si me preguntan si tengo algo de valor que declarar, tengo clara la respuesta: todo yo (y mi bigote daliniano).


Aquí lo dejo, pero recordad que esta no es más que una parte infinitesimallllll de mi enorrrrrrme talento, y que para surrealista, yo luchando con tres puntos que no paran de salirse.


Y aquí tenéis a mi particular Gala, a la que he prestado mi bigote daliniano. Asumo que me robará todo el protagonismo, pero es lo justo en vista de que ella también contribuyó.


Datos técnicos:
Katia Capri.
Agujas de Doble Punta La Maison Bisoux - 18 cm (3.0 mm).



lunedì 16 aprile 2012

Nace Un planeta de sonidos


Blog dedicado a la música del planeta Tierra, a la espera de conocer la de otros planetas. De Palestrina a Carl Craig, de Bach a Radiohead, de Wagner a Fela Kuti. Y sí, me interesa el 4’33 de John Cage tanto como el Martín Buscaglia.


EL AUTOR:

Soy Santiago Tadeo Cervera. Eso quiere decir que soy todas estas cosas (y ninguna de ellas exactamente):
Pinchadiscos ecléctico. Noctámbulo. Tejedor principiante. Enamorado de Woody Allen (de sus películas, quiero decir). Director de contenidos de Acid Jazz Hispano. Devorador compulsivo de gofres. Licenciado en Comunicación Audiovisual. Cantante de musical frustrado. Copropietario de la tienda La Maison Bisoux. Pésimo imitador de Humphrey Bogart. Pianista. Mi vida es más complicada desde que leí Cien años de soledad. Ocasionalmente asocial. Mi vida es aún más complicada desde que leí Rayuela. Adoro la belleza de Leonor Watling, María Valverde y Aida Folch (si eres una de ellas, tienes el contacto debajo). Aspiro a ser profesor de música. No he vuelto a ser el mismo desde que me regalaron Tourist, de St German. Seguramente ahora sea peor. Me cuesta dejar de mirar las obras de Escher y El Bosco. Ciclista frustrado. Quiero que se me recuerde por esta frase: “dentro de tres mil años, sólo unos pocos eruditos distinguirán el canto gregoriano y el techno”. Novelista frustrado. Tímido los días pares y vísperas de festivo. Suelo pensar que mi opinión sobre cine y música es más válida que la de los demás, aunque sepa que no es cierto. Generalmente cobarde, salvo para dar mi opinión sobre cine y música. Sólo he escrito una poesía que me pareció muy mala. Actor frustrado. Incapaz de mantener mi mesa ordenada. Lloro mucho con la ficción. Hasta lloré tras ver un capítulo de Futurama. Saltimbanqui  frustrado. He dirigido unos cuantos cortos que me parecieron bastante flojos. El próximo será mejor. Siento simpatía por la gente que se llama como yo. Me presenté aquí y aquí. Poco solidario. No he leído nada de Paul Auster, ni he visto ninguna película de John Cassavetes ni he escuchado disco alguno de Charlie Parker. Sí me avergüenzo. No tengo móvil. También soy otras cosas que quizá no sea prudente dejar por escrito*.
*Si los defectos más evidentes están hacia el final es para no causar una mala primera impresión.

mercoledì 4 aprile 2012

Diario de un tejedor 9: mi primer gorro



Hay un viejo proverbio chino, escrito por un sabio filósofo que vivió hace más de mil años, que dice lo siguiente: “cualquier gorro que Santiago Tadeo Cervera se ponga le quedará mal”. Cómo pudo saber mi nombre tantos años antes de que yo naciera es algo que desconozco, pero ya podéis comprobar que acertó. A pesar de que conocía el proverbio ―me tocó una vez en una galleta de la suerte―, acepté la propuesta de Ángela de tejer un gorro. De modo que tras el cuello y la asombrosamente exitosa bufanda, emprendí este tercer proyecto. Soy así de duro.

Como de costumbre, Ángela me va guiando a partir de un proyecto que tiene en mente y yo ejecuto sus órdenes con una mezcla de torpeza y diligencia. En algunos momentos me siento como Salieri cuando Mozart le dictaba los primeros compases del Réquiem en Amadeus. Sólo puedo maravillarme ante lo claro que tiene el proyecto y la suerte que tengo de ser testigo (y responsable) de su creación. Si a eso sumamos que ella corrige todos mis errores, que siguen siendo más numerosos de lo que me gusta reconocer, a veces tengo la sensación de que lo que tejo es más suyo que mío. 


Fue la primera vez que empleé agujas circulares, proceso novedoso para mí que me mantuvo entretenido unas cuantas vueltas. No obstante, tener que completar vueltas de 128 puntos fue resultándome cada vez más largo y tedioso. Pero justo cuando tejer un gorro empezaba a poner a prueba mi paciencia, llegó el punto, perdón, el momento, bueno sí, el punto, en el que Ángela me dijo que podía empezar a disminuir. ¡Oh, qué maravilla, qué gran invento! Tejer dos puntos de una vez, de manera que progresivamente quedan menos puntos por tejer. 120 puntos la siguiente vuelta, luego 112, 104, 96..., así hasta terminar con 8. Qué sensación tan agradable la de ir tardando cada vez menos a medida que avanzaba. Eso sí, tener ocho marcadores por vuelta era un pelín incómodo. En fin, alguna vez tenía que darle utilidad a los marcadores que yo mismo hago.

Pero no, no fue todo tan sencillo. Cuando las vueltas eran ya pequeñas y la aguja circular dejó de ser lo más práctico, Ángela llegó con agujas de doble punta. Pensé que sería para uno de sus complejos proyectos, pero no, era para mí. Aún recuerdo la primera vez que la vi tejiendo con cuatro agujas, hace ya varios años. Recuerdo muy bien qué pensé: “madre mía, qué cosa más delicada, cuatro agujas en ángulos de 90 grados, todas juntitas, menos mal que a mí no se me ocurrirá jamás tejer”. Y ahí estaba yo, mudando los puntos de la aguja circular a un total de..., sí, cuatro agujas, dispuestas exactamente igual que cuando entraron en mi vida.


Quizá sea más práctico y más rápido, lo sé. Pero eso de ir tejiendo en una aguja, luego en otra, y tener cuidado de que no se muevan las otras y se salgan los puntos, y todo en un espacio tan reducido, debe ser lo más parecido que existe a operar a corazón abierto. Tienes que estar pendiente de todo:

-Tensión de los puntos.
-Estable.
-Puntos por minuto.
-Estable.
-Está bien, enfermera, páseme la aguja de doble punta.
-Aquí tiene, doctor.
-Tengo que salvar este gorro, si sale mal, no me lo perdonaría nunca.
-Tenga cuidado, doctor, se ha saltado un punto.
-¡Maldita sea, estoy perdiendo muchos puntos!
-¡Reduzca, tiene que reducir, más rápido!
-¡No, no salen las cuentas, debería haber cinco puntos y hay seis!
-¡Se lo dije, tiene que reducir de nuevo!
-No, por favor, responde, gorro, vuelve a la aguja, vuelve.
-Déjelo, doctor, ya es demasiado tarde, ha tejido todo lo que ha podido.

Y eso es lo que pasó. Quería tejer un gorro, pero descuidé tanto la tensión en algunos momentos que el resultado se parece más a una boina. Importa poco, es cierto, porque de todas formas me iba a quedar mal. Además, quizá haya inventado la ‘gorroina’, un aberrante cruce entre gorro y boina digno de la isla del Doctor Moreau. Así que, sin más dilación, os dejo con las fotos del auténtico protagonista de esta entrega, el gorro, o la gorroina, o lo que quiera que sea.





Música escuchada durante la realización del proyecto:
The King Of Limbs, de Radiohead.
Das Lied Von Der Erde, de Gustav Mahler, dirigida por Leonard Berstein.
Plays Nat King Cole En Español, de David Murray.
Carnaval des animaux, de Saint-Säens, con la London Sinfonietta y la Philharmonia Orchestra.


venerdì 24 febbraio 2012

Diario de un tejedor 8: dos semanas tejeriles


Sábado 11:

Me someto a un ritual que ya empieza a resultarme conocido: elegir la lana para mi siguiente proyecto, un gorro. Asesorado por Ángela, cómo no, selecciono dos tonalidades de Katia AndesGris Claro y Gris Oscuro. La aguja es KnitPro - Aguja circular intercambiable.


Domingo 12:

La web Facilisimo selecciona Diario de un tejedor 7 entre los artículos destacados de su Facebook. Eso catapulta las visitas en cuestión de horas, convirtiendo la séptima entrega en la más leída de la serie. Me entero también de que los blogs El cangrejo tejedor y Labores en red han hablado recientemente del diario. Así que pongo “diario de un tejedor” en Google ―mi ego quizá no sea muy glotón, pero también hay que alimentarlo― y descubro que ha sido mencionado en más de un blog y perfil de facebook. Asombroso: en siete años como crítico musical paso completamente desapercibido, y un mes de tejedor basta para deparar una alegría tras otra. Perdonen ustedes este momento de ‘ombliguismo’, ¿pero acaso no es esa la esencia de un diario?

Lunes 13:

Ángela me enseña a tejer en circular. No es tan complicado como pensaba, pero tengo que acostumbrarme a esta nueva técnica. Además, el complejo procedimiento vuelve a poner a prueba mi capacidad mental: dos puntos del derecho, dos puntos del revés, dos puntos del derecho, dos puntos del revés... Sí, sí, reíros, pero no es fácil, hay que estar concentradísimo.

Miércoles 15:

Le digo a Ángela: “se te acaba de caer un ovillo de Purewool”. Ella no responde, se queda paralizada. Segundos después noto sus ojos humedecidos por la emoción. Finalmente habla: “distingues las marcas de ovillos”. Creo ver una lagrimilla bajando por una de sus mejillas. Este es un día histórico en nuestra relación.

Sospecho que me infravalora: también sé distinguir el punto del ganchillo en cualquier objeto o prenda tejida que encuentre.

Viernes 17:

Acudo por cuarta vez a un encuentro de Alhambra Knits. Mientras se teje, allí se habla de todo. Cine, series, el mundo de la traducción (inevitable en vista de la cantidad de traductoras que acuden cada viernes), gastronomía, viajes... Lo que el resto de asistentes no sabe es que, mientras tanto, en mi mente están teniendo lugar pensamientos mucho más profundos e intelectuales: “derecho, derecho, revés, revés, derecho, derecho, revés..., un momento, ¿ahora toca del derecho o del revés?, eh..., ¡Ángelaaaaaaaaaaaaa!”

Domingo 19:

Por primera vez, veo una serie mientras tejo. No, no es que sea capaz de tejer sin mirar, pero como los encuadres no son precisamente maravillosos, no pasa nada si durante varios segundos me limito a escuchar mientras los personajes departen en sus respectivos asientos. La experiencia fue un éxito, Ángela sólo tuvo que deshacer una veintena de errores tras poco más de 40 minutos.

Miércoles 22:

Ángela lleva dos días de viaje. Se me ocurre seguir avanzando con el gorro, pero en cuanto cometo el primer error, cosa que ocurre en los primeros compases, ya no sé cómo enmendarlo y tengo que parar. No es que no lo supiera antes, pero me permite comprobar empíricamente no sólo lo obvio ―que me queda mucho por aprender―, sino también que soy excesivamente Ángela-dependiente en temas tejeriles. Tengo que aprender a valerme por mí mismo para ser un tejedor de provecho el día de mañana.

Viernes 24:

Ángela sigue ausente, y como mi vida tejedora no existe sin ella, creo que es el momento de concluir esta octava entrega del diario. En la próxima, fotos e historia de mi primer gorro.


domenica 12 febbraio 2012

Diario de un tejedor 7: mi primera bufanda


Ahí me tenéis, feliz con mi primera bufanda (y segundo proyecto tras el irregular pero ya célebre cuello). Me ha costado bastante más de lo que imaginaba, ha puesto a prueba mi paciencia y he tenido que dedicarle mucho tiempo cada día, pero el resultado merece la pena. Eso sí, lo justo es precisar desde el principio que el 99% del mérito es de Ángela. Suyo es el delicioso diseño, suyas fueron todas las indicaciones (yo me limité a seguir sus instrucciones) y suya es la corrección de los muchos errores que cometí durante la realización. Esencialmente, ella fue mi CTRL+Z, además del cerebro de la operación. Y sí, confieso que ella previó que la bufanda fuese considerablemente más larga, pero yo, agotado, le supliqué de rodillas que me dejase terminarla así. Total, desde el momento en el que ya da la vuelta a mi cuello y sobra un poco, ¿para qué prolongar mi calvario?

Realizar esta bufanda ha sido, más que un reto, una muy efectiva cura de humildad. Por lo visto, para mi cerebro es terriblemente complicado seguir esta simple instrucción: un punto del derecho, un punto de revés. Creo que no ha habido una sola vuelta en la que, en al menos un momento, haya tenido que pensar si tocaba del revés o del derecho. Eso cuando no me equivocaba directamente. A Clover pongo por testigo de que nunca más volveré a sobrevalorarme.


Además del punto del revés, que añade un pelín de complejidad al asunto, he aprendido a saltar puntos, a tener en cuenta si la hebra debe colocarse delante o detrás, a emplear dos colores... Eso es lo que ocurre cuando tu profesora es exigente contigo porque vives en la misma casa que ella y sabe cuánto tiempo le dedicas a tejer cada día. En fin, que no puedo dar el pego entre clase y clase. Quizá fue exigente porque pensaba que, al ser yo valenciano, se me daría bien el ‘punto de arroz’. ¿Para cuando una paella de punto de arroz?

Finalmente, y no por ello menos importante, tejer esta bufanda me ha hecho apreciar aún más las que antes tejieron para mí algunas de las mujeres de mi vida: mi abuela, mi madre, Ángela... Ahora que sé exactamente lo que cuestan aún estoy más agradecido por esas bufandas que protegieron mi garganta invierno tras invierno. Para mi abuela llega ya tarde, pero madre, Ángela, dejadme que os dé las gracias por escrito.

Esta vez no puedo mostraros puntos saltados porque no hubo. Cometí errores, muchos y de todo tipo, pero Ángela los fue solventando ―con admirable paciencia―, quizá conmovida por mis súplicas. En cambio, si la siguiente imagen se pudiera ampliar a tamaño real, veríais algunos pequeñitos agujeros que yo llamo ‘mini-agujeros de la capa de ozono’, resultado de alguna irregularidad en la tensión.



Datos técnicos: 
Abuelita Merino Worsted – American Rose.
Abuelita Merino Worsted – Silent Rain.
Clover Bambú – Takumi 23cm.

Constataciones (obvias):
Se teje mucho mejor con lana natural que con acrílico.
El punto del revés pone a prueba mi desarrollo motriz.
El sinfonismo malheriano no es muy compatible con tejer bufandas.

Música escuchada durante la realización de la bufanda: 
Colours Of Funk 2.
Sinfonías 1 a 9 de Gustav Mahler, más una de mis piezas favoritas, el Adagio de la inacabada décima sinfonía, todas dirigidas por Leonard Bernstein.
Baboon Moon, de Nils Petter Molvaer.

martedì 31 gennaio 2012

Diario de un tejedor 6: semana tejeril

No, no siempre llevo una aguja en la oreja. 
(Nota: en mi imaginación esta foto quedaba mejor)

Lunes 23:

15:20 Me preparo para ir a las clases del Máster. Además de bolígrafos y cuadernos, meto en la mochila mi recién estrenado cuello.

21:00 Concluida la última clase, me pongo el abrigo y acto seguido el cuello, todavía en el aula, con la esperanza de que alguien se fije y pueda decir “pues lo he hecho yo”. Nadie lo mira siquiera y vuelvo a casa compungido.

Martes 24:

Mañana: Por primera vez en mi vida, me enfrento al siguiente dilema: qué madejas elegir para mi siguiente proyecto. Descubro la emoción y responsabilidad de seleccionar color, calidad y marca. Finalmente, asesorado por Ángela, me decanto por Abuelita Merino Worsted – American Rose y Abuelita Merino Worsted – Silent Rain. En cuanto a las agujas, sigo fiel a Clover Bambú - Takumi 23cm.

Ángela ha creado un diseño de bufanda expresamente para la ocasión: ese será mi segundo proyecto tras mi desigual cuello. Eso sí, no quiere adelantarme nada, me irá informando a medida que lo vaya tejiendo. Misteriosa manera de realizar una bufanda de punto.

Tarde: me quedo dormido tras montar una veintena de puntos. Dormido sentado en el sofá con las agujas en la mano. Está bien, tenía un amenazante principio de resfriado y me había levantado a las cinco de la mañana, pero sigue siendo algo insólito para mí. O bien es cierto que tejer relaja, o bien tengo un principio de vejez prematura.

Miércoles 25:

11:52 Ángela me dice cómo debo tejer la bufanda ―un punto tejido y otro saltado― y se va al cuarto contiguo a colocar los nuevos ovillos de Holst Gran Samarkand que acaban de llegar.

11:59 Llamo a Ángela porque se me han salido dos puntos de la aguja y entro en pánico. Viene.

12:01 Llamo a Ángela porque no recuerdo si toca saltarme el punto o tejerlo. Viene.

12:04 Llamo a Ángela porque no sé si he hecho bien un punto. Viene.

12:08 Llamo a Ángela porque he vuelto a olvidar si debo saltarme el punto o tejerlo. Viene.

12:13 Llamo a Ángela porque llego a una parte muy confusa y no distingo el punto. Viene.

12:15 Llamo a Ángela porque se ha salido un punto de la aguja y no sé si ya lo he tejido o no. Viene.

12:17: Llamo a Ángela porque no sé qué debo hacer con el último punto de la vuelta. Viene.

12:17 Ángela, incomprensible e injustamente, me dice que soy un quejica y que debo empezar a ser más autónomo. No viene.

12:18: Voy al cuarto contiguo con las agujas y pongo cara de pena.
____________

21:00 Tras las clases del Máster, vuelvo a ponerme el cuello antes de salir al exterior y vuelve a ser asombrosamente ignorado por el resto de mis compañeros.

Jueves 26:

21:00 No falta el cuello entre mis prendas para protegerme del frío granadino. ¿Os podéis creer que nadie se fija en él ni alaba su maravilloso acabado?

Viernes 27:

Acudo a mi segunda reunión de Alhambra Knits. Está también Jose Ángel, especialista en ganchillo. Se acerca al lugar en el que estoy y me dice que ha venido desde Jaén para que no sea el único hombre. ¡Gracias! [Pero que conste que yo solito entre mujeres siempre he estado muy bien, faltaría más]. Personas amables y generosas me dicen que disfrutan leyendo mi diario: aprovecharé este espacio para dar las gracias a los que tienen a bien leerme.

Sábado 28:

Sueño que leo la siguiente noticia en un periódico: la casa en la que vivimos debe ser desalojada, porque los cimientos fueron creados con ganchillo defectuoso. La noticia continuaba con absurda terminología que ya no recuerdo, pero lo curioso es que se trata de mi segundo sueño ‘laborioso’ en cuestión de semanas. ¿Qué será lo próximo?, ¿cruzo el Atlántico en un barco de punto?, ¿hago una sopa de agujas intercambiables de doble punta?

Domingo 29:

Continúo tejiendo la bufanda. Próximamente más información.

Lunes 30:

21:00 Salgo del máster. ¿Sabéis lo que os digo? No necesito que nadie se fije en las cosas que tejo. Yo tengo más personalidad que eso.