mercoledì 4 aprile 2012

Diario de un tejedor 9: mi primer gorro



Hay un viejo proverbio chino, escrito por un sabio filósofo que vivió hace más de mil años, que dice lo siguiente: “cualquier gorro que Santiago Tadeo Cervera se ponga le quedará mal”. Cómo pudo saber mi nombre tantos años antes de que yo naciera es algo que desconozco, pero ya podéis comprobar que acertó. A pesar de que conocía el proverbio ―me tocó una vez en una galleta de la suerte―, acepté la propuesta de Ángela de tejer un gorro. De modo que tras el cuello y la asombrosamente exitosa bufanda, emprendí este tercer proyecto. Soy así de duro.

Como de costumbre, Ángela me va guiando a partir de un proyecto que tiene en mente y yo ejecuto sus órdenes con una mezcla de torpeza y diligencia. En algunos momentos me siento como Salieri cuando Mozart le dictaba los primeros compases del Réquiem en Amadeus. Sólo puedo maravillarme ante lo claro que tiene el proyecto y la suerte que tengo de ser testigo (y responsable) de su creación. Si a eso sumamos que ella corrige todos mis errores, que siguen siendo más numerosos de lo que me gusta reconocer, a veces tengo la sensación de que lo que tejo es más suyo que mío. 


Fue la primera vez que empleé agujas circulares, proceso novedoso para mí que me mantuvo entretenido unas cuantas vueltas. No obstante, tener que completar vueltas de 128 puntos fue resultándome cada vez más largo y tedioso. Pero justo cuando tejer un gorro empezaba a poner a prueba mi paciencia, llegó el punto, perdón, el momento, bueno sí, el punto, en el que Ángela me dijo que podía empezar a disminuir. ¡Oh, qué maravilla, qué gran invento! Tejer dos puntos de una vez, de manera que progresivamente quedan menos puntos por tejer. 120 puntos la siguiente vuelta, luego 112, 104, 96..., así hasta terminar con 8. Qué sensación tan agradable la de ir tardando cada vez menos a medida que avanzaba. Eso sí, tener ocho marcadores por vuelta era un pelín incómodo. En fin, alguna vez tenía que darle utilidad a los marcadores que yo mismo hago.

Pero no, no fue todo tan sencillo. Cuando las vueltas eran ya pequeñas y la aguja circular dejó de ser lo más práctico, Ángela llegó con agujas de doble punta. Pensé que sería para uno de sus complejos proyectos, pero no, era para mí. Aún recuerdo la primera vez que la vi tejiendo con cuatro agujas, hace ya varios años. Recuerdo muy bien qué pensé: “madre mía, qué cosa más delicada, cuatro agujas en ángulos de 90 grados, todas juntitas, menos mal que a mí no se me ocurrirá jamás tejer”. Y ahí estaba yo, mudando los puntos de la aguja circular a un total de..., sí, cuatro agujas, dispuestas exactamente igual que cuando entraron en mi vida.


Quizá sea más práctico y más rápido, lo sé. Pero eso de ir tejiendo en una aguja, luego en otra, y tener cuidado de que no se muevan las otras y se salgan los puntos, y todo en un espacio tan reducido, debe ser lo más parecido que existe a operar a corazón abierto. Tienes que estar pendiente de todo:

-Tensión de los puntos.
-Estable.
-Puntos por minuto.
-Estable.
-Está bien, enfermera, páseme la aguja de doble punta.
-Aquí tiene, doctor.
-Tengo que salvar este gorro, si sale mal, no me lo perdonaría nunca.
-Tenga cuidado, doctor, se ha saltado un punto.
-¡Maldita sea, estoy perdiendo muchos puntos!
-¡Reduzca, tiene que reducir, más rápido!
-¡No, no salen las cuentas, debería haber cinco puntos y hay seis!
-¡Se lo dije, tiene que reducir de nuevo!
-No, por favor, responde, gorro, vuelve a la aguja, vuelve.
-Déjelo, doctor, ya es demasiado tarde, ha tejido todo lo que ha podido.

Y eso es lo que pasó. Quería tejer un gorro, pero descuidé tanto la tensión en algunos momentos que el resultado se parece más a una boina. Importa poco, es cierto, porque de todas formas me iba a quedar mal. Además, quizá haya inventado la ‘gorroina’, un aberrante cruce entre gorro y boina digno de la isla del Doctor Moreau. Así que, sin más dilación, os dejo con las fotos del auténtico protagonista de esta entrega, el gorro, o la gorroina, o lo que quiera que sea.





Música escuchada durante la realización del proyecto:
The King Of Limbs, de Radiohead.
Das Lied Von Der Erde, de Gustav Mahler, dirigida por Leonard Berstein.
Plays Nat King Cole En Español, de David Murray.
Carnaval des animaux, de Saint-Säens, con la London Sinfonietta y la Philharmonia Orchestra.


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